domingo, 22 de mayo de 2011

JAIME COLLYER

(Santiago de Chile, 1955). Cuentista y novelista de reconocido prestigio. Traducido al francés, portugués, inglés y otros idiomas, el "New York Times" lo proclamó “un narrador nato”, a propósito de la edición norteamericana de su libro Gente al acecho.

Es Honorary Fellow in Writing de la Universidad de Iowa y ha obtenido diversos galardones por su obra, entre ellos, en 1988, el premio de narraciones eróticas concedido por la edición española de la revista "PLAYBOY".

En el ámbito académico, se tituló de psicólogo en la Universidad de Chile y obtuvo luego el grado de Maestría (Magíster) en Sociología en Madrid. Ha desarrollado una activa labor docente en la Escuela de Literatura Creativa (ELC) de la Universidad Diego Portales y, más recientemente, en el Departamento de Historia y Geografía de la UMCE (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación), explorando el nexo entre ficción e historia.

Ha publicado el texto juvenil Hacia el Nuevo Mundo, escrito en coautoría con Patricia Fernández Bieberach, y las novelas El infiltrado (Premio Grinzane Cavour), Cien pájaros volando, El habitante del cielo (Premio Altazor de Narrativa) y La fidelidad presunta de las partes. Dentro de su obra cuentística figuran los volúmenesGente al acecho, La bestia en casa (ambos distinguidos con el Premio Municipal de Santiago y el Premio del Consejo Nacional del Libro), Cuentos privados y La voz del amo (también distinguido con el Premio Municipal de Santiago).

Entrevista realizada por
Horacio Salgado 
en Santiago de Chile el 6 de Marzo de 1998.


¿Cómo fueron tus inicios en la literatura?

A ver... Bueno, yo empecé a escribir cuentos cuando era un púber, digamos a los 12 ó 13 años, en el colegio. La profesora de castellano hizo un taller literario, y en el taller nos daban un pie forzado, un tema, y nosotros teníamos que escribir una historia y luego leerla frente a la clase. Esos fueron los primeros cuentos que hice, muy ingenuos, muy infantiles. Pero el resultado fue muy gratificante. Y bueno, eso es puramente anecdótico. Luego, en la universidad, mientras estudiaba psicología, en tercer año, me di cuenta de que no pensaba ejercerla, que no quería trabajar en psicología porque no creía mucho en el enfoque psiquiátrico, médico psiquiátrico... Y paralelamente seguí escribiendo y entré en un taller literario en la Universidad Técnica, la que ahora es la USACH, y resulta que en ese taller estuve tres años pues me di cuenta de que lo único que quería hacer era escribir. Empecé a concursar en distintos lados y me gané unos premios y así, de ahí para adelante, seguí sin parar.

¿Y tras la universidad?

Bueno, terminé la universidad el año ´80 y me fui a España.

¿De inmediato?

Sí, terminé en diciembre del ´80 y me fui en septiembre del ´81. En España yo creo que se exacerbó mi vocación, porque la idea de irme a España era escribir, era ojalá publicar en España y conocer un poco el medio de lo que se estaba escribiendo. Y gané unos "concursillos" chicos en España.

O sea, ese era tu objetivo principal, desarrollar tu vocación.

Tenía muy claro que si había un mercado de habla hispana privilegiado era el español, era como el centro del mundo.


¿De cuántos?

Algunos solamente, porque supongo que son varios.

Bueno, yo quiero citar aquí, de partida, a un autor de infancia que me impactó muchísimo que fue Rudyard Kipling, con el libro de Las Tierras Vírgenes. Me pareció excepcional y fue como el primer libro que yo leí en serio, o sea cuando creo estar trascendiendo de las lecturas infantiles. Incluso de Salgari diría que fue el primer ramalazo en la literatura más honda. Y de hecho, me marcó muchísimo. Creo que buena parte de lo que he hecho tiene mucho que ver con el fondo irracional de la experiencia, con el sustratoo animal del Hombre. Tiene que ver con ese libro. Ya luego, entre mis lecturas adultas, diría que a mí me marcaron muchísimo la gente del boom, sobre todo los cuentistas argentinos como Borges, Cortázar y Onetti también, los rioplatenses digamos. Benedetti también, dentro de la segunda fila y después yo creo que la literatura europea fue la que más me interesó. Kafka de partida como el gran clásico contemporáneo y los alemanes de posguerra como Heinrich Böll, Günter Grass, Siegfried Lenz y también, entre los anglosajones, me interesó Graham Greene, más que nada por su estrategia. Me pareció que Greene era un gran estratega y Böll me interesó por su temática, me pareció el paradigma del escritor comprometido con su tiempo en su temática, sin por eso desentenderse de lo literario, o sea, sin dejar de ser muy irónico y muy escéptico. Bueno, y después un autor posterior a todos ellos yo creo que fue Nabokov, Vladimir Nabokov, el escritor ruso que se parece a mí... un hombre de dos mundos.

Alguna vez dijiste que tenías la pretensión interior de ser como Borges, de llegar a quedarte ciego escribiendo, ¿continúa esa pretensión hoy en día?

(Se ríe)... No, en realidad no, creo que ya no tengo muchas ganas de quedarme ciego (risas), eso lo dije hace unos 5 ó 6 años. Era más joven. No había cruzado el umbral fatídico de los cuarenta, entonces me podía reír un poco del desgaste físico, pero ahora que lo crucé... (risas).

Comienzas a sufrir (risas).

Empiezo a sentir los síntomas de la cuarentena y empiezo a sentir más apego por la buena salud. En realidad era una metáfora, la idea era un poco seguir su derrotero. Yo creo que Borges, su gran aporte, no es haber sido un hacedor de historias, es un tipo que profundiza, como dice el mismo, en las creencias de los hombres por lo que ellos tienen de maravilloso, es decir, las obsesiones humanas arquetípicas: el tema del tiempo, el tema del río, el tema del infinito. Eso es lo que me interesa, y creo que quien pueda seguir esa senda va a hacer algo muy bueno. Hay muchos buenos cuentistas, digamos, por darte un solo ejemplo Mempo Giardinelli, él es un buen cuentista, pero por alguna razón sus historias discurren a no más de tres metros de la realidad. Y Borges vuela un poco más alto, a mí me interesa volar más alto. No sé si pueda hacerlo. Pero, no sé, igual quiero creer que en alguno de los cuentos de Gente al Acecho, logré salirme de la cotidianeidad y contar algo más que una historia sorprendente. Porque no creo que un cuento solamente consiste en contar una historia sorprendente, hay que tratar de contar una historia que tenga una realidad genérica y universal. Y en ese sentido Borges me sigue interesando. A eso apunta también lo de ser enterrado en Ginebra, o sea, sólo un gran maestro puede ser enterrado en Ginebra; en cambio Mempo Giardinelli probablemente va a ser enterrado en la Chacarita. (Se ríe).


A ver, yo creo que el panorama dentro del área hispanófila, lo veo con mucho pesimismo, es decir, creo que está muy distorsionado por los grandes intereses y la critica establecida. No sólo en Chile, sino en España. Lo he visto en todos los lugares a los que he ido. Hay una suerte de indisciplina de la crítica y de los factores encargados de filtrar la buena literatura. Cuando un editor o un crítico pide nombre de autores posibles, lo que está pidiendo son superventas y no buena literatura. Y si me preguntas mi opinión como escritor, yo creo que el ámbito anglosajón, anda mucho mejor. Me he dado cuenta que la literatura de habla inglesa es bastante más seria y más disciplinada y a mí me parece que está dando un salto adelante que a la literatura hispanófona le va a costar igualar. Yo creo que hoy por hoy somos parte de unos de los pocos segmentos del mundo que no son bilingües y eso tiene un costo. En el tema este de la globalización, es muy fundamental que cada segmento de autores conozca varias lenguas y lo que se está haciendo, por ejemplo, en el mercado de habla inglesa. Sin embargo en nuestro ámbito no ocurre esto, es un ámbito autosuficiente sin tener mucho, entonces se ha caído en una especie de endogamia marketinera. Por eso ocurre lo que ocurre con la literatura latinoamericana, está siendo arrasada por estos productos feminoides, la literatura feminista ¿no? O sea, después de García Márquez, Isabel Allende.


Bueno, hay buenas y malas cosas. Creo que tuvo un buen despegue. El año ´92, ´93 surgieron algunas cosas bastante notables. La primera novela de Contreras, por ejemplo, me parece muy notable. Darío Oses creo también que ha escrito algunas hojas. Pero como que todo tiende a lo mismo, creo que está tan contaminada la situación por los grandes intereses comerciales, por una especie de narcisismo marketinero, que cada uno de esos autores ha ido haciendo concesiones inaceptables a ciertos públicos, y por otro lado está el problema local del control sobre los lectores, donde todo está muy controlado todavía por los sectores conservadores, entonces ocurren aberraciones como la que se observa en la segunda novela de Contreras, cuando llega a las escenas de alcoba nupcial, la escena se oscurece y los personajes aparecen al día siguiente tomando desayuno (risas).

(Luego nos cuenta lo que piensa sobre lo que ha hecho).

Acabo de terminar un libro de cuentos inédito que va a salir este año, y siento que recién ahora está todo comenzando, es como si todo estuviera recomenzando y no le doy mucha importancia a lo que he publicado hasta aquí, me parecen tonteritas, niñerías, claro salvo Gente al Acecho que lo encuentro bastante más elaborado y que sí tiene 5 ó 6 cuentos rescatables. Pero lo demás, bien, creo que necesitaba un filtro de hondura que te lo dan un poco las patitas de la vida, ¿no?


Bueno, yo empecé a traducir en España el año 85. Fue una experiencia curiosa. Yo había publicado un cuento, fue mi primera edición comercial, la primera que salió a librerías, con un editor madrileño. En esos momentos, en España me empezaron a ocurrir muy buenas cosas, vendí unos cuentos a una agente catalana, Carmen Marcel, y ella los tomó y decidió promoverlos, representarme. Y le ofreció esos cuentos a un editor madrileño y él tomó uno de los cuentos para una colección en que se publicaba un solo cuento en unos libritos pero con muy buena compañía, Carlos Fuentes, por ejemplo. Y ese mismo editor madrileño entró luego a dirigir la gran editorial que es Mondadori en España y como ya me había publicado ese cuento, estaba interesado en ver otras cosas, qué sé yo, una novela, y yo le pasé mi novela que fue luego El Infiltrado. Pero, a la vez, mi mujer quedó embarazada y el tipo sin yo decir nada y sin tener un peso y sin saber cómo iba a enfrentar el nacimiento de mi hijo, él me dijo tú necesitas trabajo, necesitas plata, yo le dije sí, bueno, traduce este libro y me pasó un libro gordo, grande, que era una historia apócrifa, unas memorias apócrifas de Cristóbal Colón y esa fue mi primera traducción y yo, un poco aterrado, sin saber en qué me estaba metiendo, pero era una novela preciosa y salió muy rápido, la hice como en 2 ò 3 meses y recibí un dinero que hasta es minuto no había conocido en España (risas). Entonces, tuve una sensación clara de que era una vía de financiamiento y tenía mucho que ver con mi labor con los libros, porque era una labor solitaria, con la palabra, y, por otro lado, después leí que Cortázar fue traductor toda su vida y decía que un traductor tiene la ventaja de recibir una historia que ya está escrita, es como un guión y sólo tienes que reescribirlo, entonces es como tener la idea y uno solamente tiene que ejercitar el estilo. La traducción a la larga a un traductor no lo perjudica y es un buen entrenamiento.

Te ha servido.

Sí, a mí me ha servido cualquier cantidad. Existe una discrepancia con los editores por eso, porque uno tiende a contaminar el texto y tiende a opacar el estilo del escritor. Y los editores también exigen una especie de neutralidad que es imposible, porque lo literario tiene una música y si el escritor puso furibundo o furioso o crispado es distinto en los tres términos las traducciones ibéricas, por exigencia de los editores, hacen lo que ocurre con las colecciones de Anagrama en las cuales se pone, sencillamente, enfadado en los tres casos y quedan todas las traducciones iguales, homogéneas, y se pierde la música, y mi hipótesis es que hay que atender esa música, pero eso implica que uno contamina un poco la traducción de su propio rollo como escritor y los editores dicen que no debe haber contaminación y ahí es una pelea que es de nunca acabar siempre el mismo problema y así hay que trabajar en ese tira y afloja.

Bueno, a Borges también le pasó con Kafka.

Claro, el Borges de Kafka es muy Borges y las Memorias de Adriano de Yourcenar las tradujo Cortázar y es un Yourcenar muy Cortázar y lo curioso es que es bueno por eso (risas).


A ver, yo quería hacer un libro cuando me inicié en esto, tenía una meta fundamental que era nunca autoeditarme. Era entrar en el juego editorial, real, no autoeditarme, me parecía que era hacerme una trampa y eso lo he cumplido y con creces, porque creo que a estas alturas tengo la suerte y que no sé cuánto va a durar, porque estas cosas no duran mucho, de que tengo muchos editores interesados en mi obra a pesar de no ser un gran negocio, creo yo. Entonces, esa meta tangible, de supervivencia hacia lo literario, la he cumplido, he podido dedicarme a lo mío y tener garantizado el interés de un editor. En lo que es lo literario propiamente tal, yo quería hacer un libro que quedase resonando mínimamente en la tradición narrativa latinoamericana contemporánea que pasa por dos vertientes fundamentales, una son las grandes novelas próximas al realismo mágico, y, por otro lado, el cuento. Y yo creo que en el cuento lo he logrado en alguna medida. Creo que en Gente al Acecho hay unos 4 ó 5 cuentos, ya los reduje, antes eran 5 ó 6 (risas), unos 4 ó 5 que serán antologados. Bueno, ya han sido antologados y esos van a quedar ahí. Y con esto me basta, o sea, creo que ya tengo un libro que va a dar vueltas, se ha dado vueltas de hecho. Ha sido traducido al inglés, por ejemplo. Pero tengo una deuda pendiente con la novela, siento que eso sería dentro del mediano a largo plazo; siento que no he dado en el clavo, me ha faltado el manejo del instrumento, me cuesta mucho entrar en la onda de una novela, darle la misma intensidad que creo haber logrado en el cuento.

La estrategia de Greene.

Claro, me gustaría escribir una novela como El Extranjero, una novela tan breve, tan concisa, tan limpia, o el Túnel de Sábato o Luna Caliente de Giardinelli. Novelas que parecen que hubieran salido en una tarde y son cortitas, no deben ser más de ochenta carillas, pero son geniales y tienen la intensidad parecida a la de un cuento. Yo creo que muchos pasajes de las dos novelas que he hecho, son farragosos y se vuelven pajeros y, peor que eso, es un gran desparramo, demasiadas líneas argumentales que se me escaparon.

A propósito, háblanos de lo que tienes en preparación.

Bueno, tengo un libro de cuentos que ya lo entregué, el lunes pasado, y me dejó muy contento. Son doce cuentos, no tengo un título definitivo todavía, pero va a salir este año y creo que va a salir incluso en breve tiempo más. Y tengo dos proyectos novelísticos andando. Uno es una novela de la cual tengo hecha algo así como dos tercios y es la historia de un paleontólogo que descubre algo muy exótico en California. Y otra es una que tengo escrita de pe a pa, la tengo terminada digamos, pero esa novelita es breve. Es de un inventor, pero creo que le falta desarrollo, está muy en pañales todavía. Entonces, ahora mismo tengo que meterme a la del paleontólogo y terminarla de aquí a fin de año, yo creo. Pero creo que lo que tengo hecho está muy ramificado, quiero depurarlo, dejarla más expedita.


Bueno, se publicó solamente en Chile, así que en el resto del mercado de habla hispana no se conoce hasta ahora. Pero fue traducido en Estados Unidos. Llegó a las manos de un editor norteamericano, no sé cómo, y me llamaron un día hace como cuatro años y me dijeron que querían traducirla y yo encantado, y se tradujo y después salió el año 96 y me fue increíblemente bien. El New York Times lo elogió muchísimo y eso es muy conservatorio en el mercado norteamericano. Te quiero decir no por eso me convertí en un best seller, en un aparecido, sino que yo quedé ahí registrado y eso motivó que en España se interesaran en el libro porque en España están muy atentos, los catalanes sobre todo, a lo que se publica en Estados Unidos y lo que está llegando de Latinoamérica y no les ha llegado a ellos. Entonces me contactaron de la editorial EMECÉ y me dijeron que lo que querían comprar para todo el resto del mercado de habla hispana, en España, Argentina, Chile... Eh, no sé que va a pasar, es un libro que ha ido como saliendo, creo que es lo que llaman los economistas una vaca lechera que sigue dando leche, sigue dando, sigue dando leche (risas).

¿Cómo surgieron estos cuentos?

Bueno, los escribí en diez años en total, incluso algunos los escribí en esa época del taller de la USACH. Un día de visitas, ese lo escribí en la juventud. Bueno, lo revisé mucho y lo reescribí. Algunos otros los escribí al dejar la universidad. Eso fue en una época muy mala de Chile, en que había una gran represión política y uno de los cuentos es ese, como por ejemplo, de cinco anarquistas que secuestran el metro para exigir que los lleven a Cuba. Y eso era un poco lo que a mí me estaba ocurriendo mentalmente y doctrinariamente en esa época, y por eso me fui de Chile. La que iba a ser luego mi esposa me decía qué bueno que te fuiste, porque tus personajes se estaban suicidando, y ahí yo había dejado de escribir, pasé como un año sin escribir, muy aplastado por la situación política, la situación dictatorial, estaba en el Pedagógico y la represión era muy directa de pronto, aunque no puedo mentir y decir que me afectaba directamente, pero me afectaba espiritualmente. Y en España hubo un proceso de expansión bestial, España fue como una tierra luminosa que estaba en su mejor momento dentro de este siglo, su mejor década, su década más prolífica, en que surgió el mejor cine, la mejor estética posible, la nueva novela española. Y se sentía en el aire, era lo contrario de Chile, la industria editorial española expandiéndose y Madrid entrando a reemplazar un poco a Barcelona como centro cultural y yo estaba en Madrid. Y en ese momento, con todo ese bombardeo positivo, empecé a escribir muchísimos cuentos, escribía mucho y escribí una novela, El Infiltrado, escribí, no sé, 30 ó 40 nuevos cuentos y, de esos, el año ´89 me senté durante un semestre a depurar y a tratar de sacar 5 ó 6 que los quería meter en un libro y tenían que ver con España, con mi reencuentro con España, tienen que ver con la historia europea, la temática tiene que ver con la historia europea, con la Ilustración Europea, con la Revolución Francesa. Yo estaba haciendo varios cursos en ese momento que tenían que ver con la historia de Europa de los últimos dos siglos y me pareció un tema fascinante, un trasfondo fascinante para ser convertido en literatura. Entonces al hablar de autoritarismo político dejé de pensar en Pinochet, dejó de interesarme y me metí en Robespierre, me parecía mucho más fascinante y así surgieron todos esos cuentos. También empecé a traducir y, por ejemplo, el cuento del faraón que ocurre en Egipto, tuvo que ver con esto: traduje una guía de Egipto gigantesca, mil páginas, que nunca se publicó por cierto (risas), porque creo que quedó obsoleta en las tarifas y eso es el típico error editorial español, gastarse millones en traducir algo que después no les va a servir. Y aprendí mucho de Egipto, lo cual te da la pauta de cómo opera un cuento; a mi juicio, el cuento es un destilado, uno se lee mil páginas de algo, las deja reposar y al cabo surge un cuento de siete carillas en que se comprime todo.


Bueno, me gusta mucho el cuento. Yo creo que si tuviera que elegir, me quedaría con el cuento. Lo que pasa es que con los años me he ido expandiendo y he ido perdiendo el control sobre el material. Por ejemplo, de hecho, de esas dos historias, la del inventor surgió como una novela propiamente tal, pero la del paleontólogo era un cuento que se empezó a expandir y comenzó a dar mucho más de sí. Y sentí en ese momento la necesidad de escribir, de desarrollarla. Yo creo que no es tanto una preferencia estable, son rachas, son periodos, hay momentos en mi vida en que estoy por el cuento; el 89, como te decía, ese año que armé Gente al Acecho en España sentí claramente que tenía que hacer un libro de cuentos y escribí, de hecho, 2 ó 3 cuentos que están en Gente al Acecho, es decir, estaba tan en esa vena que surgieron, yo creo, muy bien los cuentos, sin necesidad de corregir mucho y ahora me pasó lo mismo, como que este año fue el año del cuento, este año quiero decir esto que llevamos del ´98 y el ´97, fue el año del cuento y de hecho hay 3 cuentos del nuevo libro que los escribí en el segundo semestre del ´97 y yo veo que están bien, eh, y ahora siento que viene otra fase, no siento esa necesidad compulsiva de terminar una historia muy rápidamente y podría sentarme y desarrollar largamente...

Una novela.

Claro, son como necesidades alternantes. Pero sí siento que puedo seguir trabajando en ambos géneros. Ahora sí, creo que muy probablemente va a ocurrir que si el libro de cuentos gusta, si es que gusta, probablemente van a decir "gran cuentista, mal novelista" (se ríe), esas cosas pasan en Chile, ¿no? (risas)


Las novelas surgen, a ver, la estructura en sí es como un guión, la escribo entera, la describo más bien, la enuncio, escena por escena, diálogo por diálogo, y luego desarrollo todo eso, pero sé incluso cómo va a terminar la novela, a dónde va a conducir. El guión, sí, sufre alteraciones. Ahora los temas surgen del mismo saco que los cuentos. Yo tengo una hoja así, muy concreta, en que voy anotando ideas que me parecen factibles de convertirse en una historia y... y..., y hay ideas que son tan descabelladas, que no son socializables. Yo creo que la novela es una de esas ideas socializadas, difundida a un montón de personajes de modo que se hacen cargo de la idea, de modo que la idea empieza a vivir a través de todos ellos. Y el cuento es la misma idea restringida a un único individuo que se vuelve cada vez más delirante; en ese sentido, quizás el cuento, esto lo estoy elaborando ahora mismo, es una buena idea, hasta podría escribirla, en ese sentido el cuento es una idea delirante que queda como enclavada en un único individuo, entonces es un gran delirio individual, en cambio esa misma idea en la novela, yo creo que se hace parte de varios individuos y por eso quizás la novela sea la historia de un montón de delirantes, digamos...

Algo así como un delirio social.

(Risas) Claro, claro, sí.


Cuál es mi cuento preferido. Qué es lo que me tiene más satisfecho. A ver, yo creo que de todo lo que he escrito hasta hoy, sigue siendo un cuento de Gente al Acecho que ocurre en África, eso es lo que más me satisface. Y no es el más aplaudido, al menos no lo ha sido en Chile. Pero no me equivocaba en su calidad porque yo cuando fui a un programa académico en Iowa, el ´95, me pidieron que mandara algún material para traducir, para ellos difundirlo en la Universidad, les dije traduzcan esto y lo tradujeron y en Estados Unidos fue bien criticado este cuento, gusto mucho, tanto que después lo compró una revista en Nueva York y lo publicó. Entonces, por qué me gusta, porque creo que está bien escrito, creo que la historia en sí es buena, creo que es como una nouvelle. No sé si te acuerda; dos amigos, un argentino que vende uniformes...

A las guerrillas.

Y en ese cuento logré englobar muchas cosas que para mí son relevantes, o sea, igual que Bertolucci en El último tango en París engloba muchas cosas, engloba una crítica brutal de la familia burguesa, engloba una cuestión política ideológica, una historia de amor, una historia de amor desgarrada, una historia existencial con el suicidio de la esposa, una historia policial, no es cierto, con las investigaciones. Yo creo que las mejores historias son las que absorben distintos factores y los engloban en una sola historia. Y yo siento que en ese cuento lo logré, es una historia de amor, una historia de amistad, una historia política que tiene que ver con los conflictos del Tercer Mundo, del norte y del sur. Es una historia que por otro lado que a mi me ayuda mucho porque tiene que ver con una historia familiar, yo lo escribí cuando mi familia se estaba desintegrando, mi pequeña familia de tres digamos, y mi mujer se estaba volviendo a Chile, tenía un hijo de dos años entonces, mi personaje al final llega y vuelve a la choza y encuentra una mujer que tiene un hijo de dos años pero que ni siquiera él tiene seguro si es hijo de él o del otro... Era como... vivir a través de esa historia lo que yo quería haber vivido, la nostalgia del hogar perdido que no se había perdido todavía, la nostalgia por anticipado y eso me gusta mucho, yo creo que la literatura es eso un poco, es como ese afán de reformular la realidad cuando es dolorosa y terriblemente dolorosa, digamos... (Pausa) Esa es mi historia preferida. (Cambiando el tono y riéndose) Esa es la pregunta que me gustaría que me hicieran pero nunca lo hacen, es curioso.

Hacia el Nuevo Mundo (1985)
Los años perdidos (1986)
El Infiltrado (1989)
Gente al Acecho (1992)
Cien pájaros volando (1995)
La Bestia en Casa (1998)


Decididas a sepultar los antiguos desamores, varias mujeres ibéricas hicieron sus maletas y se embarcaron rumbo a América. Se trataba de un acto calculado. A mediados del siglo XVI, los varones del Nuevo Continente no eran famosos por ser exigentes a la hora de elegir compañeras. Las viajeras no tardarían en llegar a las belicosas tierras chilenas, impulsando, con su arribo, tempranos toques de queda.

"Es curioso que la historia oficial sugiera que Chile era un país recatado y aburrido en sus inicios. Yo creo lo contrario. Las elites tuvieron que ser llamadas al orden infinidad de veces", comenta Jaime Collyer a propósito de Pecar como Dios manda, su investigación sobre la historia de la sexualidad en Chile.

Abarcando desde la era precolombina hasta la Colonia, el autor de La bestia en casa se suma a un proyecto homónimo realizado en países como Argentina y México. Traiciones, venganzas y una surtida lista de líos de alcoba desfilan por las páginas de esta investigación, prologada por el argentino Federico Andahazi. "Nunca les he tenido mucha confianza a los héroes ni a la historia oficial. Este tema era muy propicio para entrar en el 'lado b' de la historia", dice Collyer.

Encuentro de dos mundos
Entre las novedades que trajeron los españoles estaba el vestuario, que tomó tiempo en ser asimilado por los precolombinos. "No nos tapamos porque nos da vergüenza", habría dicho una mujer perteneciente a una tribu de Orinoco, mientras arrojaba al río las telas con las que los misioneros intentaban envolverla.

Un Diego de Almagro que llega cojeando a Chile producto de la sífilis, un Alonso de Ercilla escribiendo La Araucana casi afiebrado por despecho, y un matrimonio entre una india y un español, celebrado en plena Guerra de Arauco, son episodios que marcaron la etapa fundacional de Chile.

Eran tiempos donde el secuestro y la esclavización de la mujer figuraban entre los métodos más efectivos para humillar a un adversario; táctica que no logró persuadir a algunas señoritas a abandonar el campo de batalla. Ejemplo de esto es la española Juana Quinel, que exhortó a un grupo de indígenas aliados a resistir los ataques. De salir victoriosos, dijo a viva voz, todos podrían gozar de sus favores.

Otra de las figuras es Inés de Suárez, quien dejó España en busca de su esposo desaparecido. Pronto se entera de que ha muerto. Empuñando la espada y fajando sus pechos para cabalgar, Suárez llega a Chile como "criada" de Pedro de Valdivia, título sugerido por Pizarro para reemplazar el poco decoroso de "concubina". Sus rivales no demoraron en condenar el descaro de esta mujer, capaz de aprovechar la intimidad de la alcoba para dirigir los pasos del español.
"Me impresionó saber que Chile fue fundado por dos adúlteros. Todos lo sabían, hasta la autoridad religiosa, pero no se hablaba de eso. Es interesante que este país parta, desde sus inicios, con un doble discurso", dice Collyer.
Corre 1551 y Santiago ya tiene un temprano toque de queda, medida dispuesta para regular la activa vida nocturna de la escueta pero ruidosa comunidad. Pocos años más tarde, una mujer "entretenida como un incendio", según Edwards Bello, hará temblar a los santiaguinos. Citando la novela Maldita yo entre las mujeres, de Mercedes Valdivieso, Collyer se explica una posible razón para la leyenda en torno a La Quintrala: "Se la estigmatizó, porque era muy libre en lo sexual. En esa sociedad patriarcal, ella era una adelantada".

Otro escándalo fue el de Manuelita Ovalle, la joven esposa del arquitecto Joaquín Toesca. Acusada a los cuatro años de casados de intentar matarlo con espárragos envenenados, Ovalle debió pasar por una serie de conventos para expiar sus aventuras amorosas. Los dolores de cabeza que le diera su temible esposa, se dice, habrían causado la muerte del que fuera uno de los solteros más codiciados de la capital.

"Todas estas mujeres hacen grandes esfuerzos por salirse del corsé de su época, cayendo en comportamientos decididamente rebeldes", concluye el autor.


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